martes, 18 de febrero de 2014

DIVERSIDAD CULTURAL


Mientras caminaba de la escuela a casa, justo al voltear la cabeza para mirar el semáforo, alcance a distinguir entre la multitud de personas que transitan por la avenida más grande de la ciudad, una pequeña rosa que, opacada por el peso del día, sucia por el polvo de la tierra, marchita a causa de la deshidratación acumulada, imperceptible a la vista de los otros por su repulsiva apariencia…, con sus pétalos deshojados acariciaba el piso, pero al fin era una rosa o lo fue acaso. Bien sé que, en algún momento, tuvo la misma oportunidad de florecer y fulgurar con toda la potencialidad de su ser, y participar de su belleza innata y única, a todos en derredor suyo, pero, algo determinó el ser cortada, arrojada en el piso de la calle, y por tanto, destruida en su individualidad.

            Es verdad, vivimos en una sociedad, construida por nosotros mismos, hecha para los más fuertes. Y, lo mismo que pasa con la rosa mencionada, sucede hoy en nuestra sociedad ante el reconocimiento del otro. Si no se presenta algo atractivo y con valor agregado no causa interés. No obstante, la alteridad posee una individualidad única, que debe ser reconocida como una unidad en la pluralidad. Y partiendo de ahí como algo vitalmente importante, apreciar su maravillosa riqueza, valorar su proporción, figura, ritmo, aspecto, forma, etc., y no desecharle como atisbo inservible: ¿de qué sirve hablar de diversidad cultural, si, aunque se tiene no se sabe valorar?

En la actualidad, en un mundo globalizado, donde la superestructura neoliberal y capitalista, impera y domina, resulta un verdadero desafío verter la atención, o conciencia individual y social,  en aquello que debe ser valorado, admirado y no utilizado y desechado. Creo que la sociedad, a nivel mundial, atraviesa una crisis, no sólo de tipo económica, educativa, de salud, etc., sino cultural. Se puede ver que en muchas personas no hay lugar al respeto, a la dignidad, a ver al prójimo como “otro yo[1]”. Parece como si se fuesen extinguiendo del pensamiento humano los conceptos de reconocimiento, tolerancia, convivencia, colaboración, enriquecimiento mutuo, diversidad, valoración, entre muchos otros. A veces la mercadotecnia y los medios de comunicación masiva estimulan actitudes indiferentes, hedonistas y consumistas.

Muchas de estas dificultades que se presentan de frente a la diversidad cultural, me parece, más allá de ser causadas por un proceso de mal formación intelectual, se deben en el fondo, a la poca capacidad que el hombre contemporáneo posee en sí para dejarse fascinar por la  riqueza de la otredad, contenida en el núcleo más profundo de su ser. Evidentemente, se trata de una riqueza extraordinaria que permanecerá oculta a aquél que no desarrolle la habilidad necesaria para contemplar y compartir las ideas, valores, creatividad, ideologías suyas con la otra cosa que no es él, pero si análogamente idéntico.

Como conclusión, me parece que antes de mirar a la diversidad cultural como algo que lleva en sí conceptos como pluralismo, patrimonio común de la humanidad, integración y participación de todos, ha de ser una ineludible tarea el formar una conciencia individual de las razones y los porqués de la diversidad, es decir, antes de mirar fuera, mirar dentro. Sólo desde ahí,  desde una reflexión honda, se podrá invertir en proyectos que reivindiquen al género humano y no se prostituya el concepto de diversidad cultural para ganancia de unos cuantos.

Video:
http://www.youtube.com/watch?v=Fv_CQVlWozg

                                                                                                  AUTOR: JOSÉ LUIS SAUCEDO M.



[1]  Concilio Vaticano II Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, No. 27

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